«Este debate me ha parecido una labor irresistible, Negar el valor de las ideas es negar nuestra propia naturaleza humana»
Por Marián Sáncal
No lo puedo negar. Soy de llama fácil. Y entrar en este debate me ha parecido una labor irresistible. Gracias Cristian por invitarme a esta reflexión, en la que, adelanto a los lectores: no voy a hacer más que añadir leña al fuego.
Pero es que esto del fuego (¡controlado por supuesto!) es algo fascinante ¿no? Hasta dicen por ahí que las humanidades nacieron alrededor de las hogueras de los primeros campamentos humanos. Las humanidades. Nuestra propia naturaleza humana. También dicen que, de ahí, de las hogueras, pasábamos al fondo de las cuevas para pintar. Es decir, representábamos. ¿Representábamos qué? Ideas. ¡Boom!
«Negar el valor de las ideas es negar nuestra propia naturaleza humana»
Sin embargo, creo que en el ecosistema emprendedor, el debate no es sopesar qué es lo más valioso, si las ideas o su ejecución. A mi parecer, si entramos en escoger un único bando, corremos el riesgo de volver a llegar a un callejón sin salida, como en el que estamos ahora.
Es por ello que, intentaré esbozar una argumentación integradora sobre las ideas y su ejecución. Hablemos, pues, del proceso creativo, o lo que es lo mismo, del ¿POR QUÉ? y el ¿CÓMO?
Lo que nos define como especie singular es que somos seres creativos. Es decir, que tenemos la capacidad de CREAR algo que previamente imaginamos y lo hacemos a través del espacio y el tiempo. Esto es posible porque somos conscientes de nosotros mismos, un dato clave, porque toda esta capacidad creativa, en el fondo, parte de una fuerza impulsora interna irrefrenable, que tiene forma de pregunta: ¿POR QUÉ?
¿Por qué estoy aquí? es la gran pregunta que ha acompañado al ser humano desde los albores de la humanidad. Este ¿por qué? nos ha empujado a investigar de donde venimos, pero también hacia donde vamos, o mejor dicho, hacia dónde queremos ir: es el mundo de las IDEAS. Un mundo fundamental, puesto que dota de sentido a la existencia. Lo que hace que el hombre sea hombre. Porque qué es la vida, si no, una incansable búsqueda de sentido. Sin embargo, las ideas son el punto de partida de algo de lo que es imposible separarlas: el proceso creativo. Son el origen y el desencadenamiento de una serie de acciones realmente fascinantes. Avancemos, pues, por el mágico e inquietante proceso creativo. Pero antes una pequeña advertencia: soy Arquitecto y quizá mi percepción sobre este hecho esté, como no podría ser de otra forma, sesgada. Pero haré mi mejor intento.
Cuando surge una idea nueva, al principio, no tiene lenguaje. De ahí que cuando somos pequeños, tengamos esa tendencia tan natural por el dibujo, o que los primeros humanos sin un lenguaje rico pintaran figuras en los techos y paredes de las cuevas. Dibujamos nuestras ideas, que a priori, no podemos expresar con palabras. Ya de mayores, habiendo pasado por la deshumanización de nuestro sistema educativo, perdemos esa capacidad innata tan necesaria.
Quizá ahí esté la respuesta de porqué estamos tan perdidos. ¿No has sentido alguna vez que cuanto tienes “muchas ideas en la cabeza”, hacer esquemas o garabatear en un papel te ayuda? Dibujar nos aclara, porque nos ayuda a ordenar y a pasar al siguiente paso: verbalizar. Aparece el lenguaje y la conversación, algo fundamental sobre lo que estaría muy bien reflexionar en otra ocasión. Pero volvamos al asunto: es entonces, con dibujos y palabras, cuando aparece el ¿CÓMO? Es decir: cómo lo paso del mundo de las ideas (intangible) al espacio (lo material).
Y este segundo gran bloque del proceso creativo, el del CÓMO, nos ha traído toda la tecnología que hemos desarrollado a la largo de la historia de nuestra especie, hasta llegar a este mundo hiperconectado y globalizado en el que habitamos ahora, en el que podemos leer esto a golpe de clic desde cualquier punto del planeta.
En este bloque se fortalece algo tan fundamental como el aprendizaje. Seguro que a estas alturas habrás escuchado alguna vez eso del “learning by doing”. Vamos haciendo y vamos aprendiendo. Vamos probando cosas y vamos viendo limitaciones u obstáculos que no habíamos previsto, que nos empujan a intentar otras cosas, a seguir otros caminos, a satisfacer nuestra incansable curiosidad y tendencia a explorar los límites. Aparece el ciclo de aprendizaje, y las ideas van evolucionando, se van enriqueciendo, se van materializando.
Un emprendimiento, es esencialmente esto. Es comenzar un camino, un proceso creativo. ¿Cuál es el gran error, la gran trampa en la que hemos caído? En darle valor solo al cómo, obviando, incluso negando o despreciando, el por qué. El cómo sin el porqué en este camino ha acabado en este sistema económico-financiero lleno de especulación, de sin sentido. Por otro lado, esto no debería extrañarnos. Habitamos en una sociedad que niega nuestra condición espiritual (lo intangible), y solo eleva a real el plano físico (lo material). Este error nos ha traído un progreso sin precedentes, pero no podemos olvidar: hemos pagado un precio demasiado alto.
Hay que averiguar el cómo, pero sobre todo hay que dotarlo de porqué.
Y para acabar, vuelvo a centrarme en el asunto principal motivo de esta reflexión. Estoy de acuerdo con Cristian en que las ideas son lo más importante, solo que para mí lo son en cuanto a que suponen el punto de partida y dotan de sentido al resto del proceso. Y un breve inciso: no todas las ideas valen lo mismo o son iguales de buenas. En mi opinión, solo aquellas que surgen de la respuesta sincera y verdadera a la pregunta ¿Quién soy y qué he venido a hacer en este mundo? deberían tener el valor suficiente para ser financiadas, empujadas, apoyadas.
Porque, en definitiva, esta es la única razón de ser de nuestra existencia como seres humanos: vivir para servir a esto que llamamos sociedad, por los que fueron, los que somos, y los que serán.