Mensaje Nuevo vie, 18 mar, 11:24 Remitente Cristian Rivera Navas Destinatario José María Lassalle Asunto Conversemos de Liberalismo Apreciado, José María, A través de este epistolario, me gustaría poner en circulación algunas impresiones que tengo acerca de las definiciones y del rol que está jugando el liberalismo en España y, por qué no también, en el mundo occidental. Leo con frecuencia tus columnas en los medios de comunicación y concuerdo a menudo con tus posiciones de crítica sobre el estado general del liberalismo. En tu último y formidable libro llamado “El liberalismo herido” planteas una serie de reflexiones muy interesantes acerca del mismo y que animo a todos a leer con entusiasmo. 1.- Me encantaría que me puedas iluminar acerca de la siguiente opinión que de momento sostengo. Tengo la impresión que se tiende a confundir al individuo liberal con el concepto de liberalismo. El sujeto liberal, a mi juicio, es aquel individuo civilizado dotado de un gran sentido de la sensatez intelectual y generosidad, que siempre persigue la moderación y el encuentro fértil de ideas entre posiciones ideológicas o dogmáticas muchas veces antagonistas, siempre apoyado desde la tolerancia y un orden cívico-cultural. Desde la antigua Roma y sobre los hombros de gigantes pensadores como Cicerón y Séneca, la figura del liberal nos acompaña de forma invisible desde la reflexión y la contemplación crítica de todo su entorno. La aparición del sujeto político liberal y, por consiguiente, de una corriente de pensamiento más estructural denominada liberalismo se puede rastrear a partir de La Revolución Francesa en adelante y con el nacimiento en Europa de proto partidos políticos que llevaron su nombre, pero, sin desmerecer estas evidencias históricas, me parece que la constante imposibilidad de consolidar una hegemonía de un cuerpo dogmático, con recurrencia condena a esta corriente de ideas a una minoría en las sociedades modernas. Es decir, y si lo imaginamos en términos biológicos, es como si el individuo liberal fuese un organismo unicelular que no se puede desarrollar o evolucionar por cuenta propia porque tiene la maravillosa capacidad o nativa vocación de apertura y de acoplarse a otros organismos similares para constituir algo más complejo y expansivo. Abro esta carta para que me contestes está visión. Querido, Cristian: Me parece muy sugerente tu planteamiento y comparto el análisis que haces del sujeto liberal, tal y como lo denominas. Vendría a coincidir con la tesis de Marañón de que ser liberal es una cuestión de carácter. Algo que es cierto pero que se corresponde con la forma de articular un pensamiento sobre el mundo que parte de unas bases humanistas.
Ese pensamiento es un cuerpo teórico que ha ido evolucionando y ampliando su capacidad de interpretación del mundo. Pero es un conjunto de ideas más o menos coherente que intenta justificar que podemos convivir civilizadamente los diferentes sin perder nuestra libertad. Creo que la grandeza de estas ideas está en que las comparten muchas más personas que las que se dicen propiamente liberales. Quizá, por eso mismo, porque son ideas que impregnan la democracia y son compartidas con mayor o menor intensidad por todos los demócratas.
2.- En este punto quiero abrir otra ventana a la conversación y que tiene relación con el rol que deberían cumplir los liberales actualmente.
Nos enfrentamos a un presente y futuro de alta inestabilidad, hasta aquí, nada nuevo, históricamente siempre el devenir del acontecer doméstico y público ha estado abrazado con un permanente clima de incertidumbre. No obstante, en los últimos tres siglos y en particular en las últimas tres décadas ha entrado en escena un nuevo actor: la velocidad.
La aceleración de todos los procesos tecnológicos y sociales están dejando fuera de juego a la humanidad. No es capaz de digerir estos grandes volúmenes de acontecimientos históricos y en mi opinión está colapsando y abriendo una peligrosa grieta que se manifiesta es un incremento de la decepción individual, el malestar social y falta de compromiso cívico a causas de cariz trascendente. La emergencia de voraces populismos de la mano de caudillos mesiánicos son el claro reflejo del fallo sistémico civilizatorio. Aquí es donde la pedagogía del individuo liberal y no el liberalismo como estructura política debería entrar en acción y contagiar positivamente a otras personas de algo que hemos perdido, y me refiero puntualmente a la saludable capacidad de mantener activa la curiosidad y de cuestionar en todo momento las presuntas verdades reveladas. José María, me encantaría conocer tu opinión sobre esta materia y que me corrijas si es necesario, por favor.
Los populismos están evidenciando que el marco mental del liberalismo tiene que evolucionar. Quizá porque el humanismo que le sirve de base y que legitima la democracia misma, necesita adaptarse a los cambios radicales que están modificando, incluso, la manera de interpretar nuestra identidad humana. La tecnología y los cambios a los que nos aboca exigen que nos esforcemos por humanizar su manera de interpretación y de acción sobre el mundo. Por eso creo que el liberalismo tiene que volver a su esencia humanista y cooperativa, a la manera que pensó Spinoza, y servir de soporte a un humanismo digital o tecnológico que permita recentrar la tecnología y atribuir al ser humano capacidades de emancipación que está perdiendo frente a ella. Aquí está la nueva y radical frontera del liberalismo del futuro, o de los liberales del futuro, como te gustaría decir.
Un abrazo.
José María
Continuará...